Historia de Vicálvaro | Capítulo V, El siglo XVIII
Todos conocen hoy el cuartel de Artillería R.C.A. n.º11 y seguramente sorprenderá saber que en el siglo XVIII no existía allí dicha instalación militar, sino la Real Fabrica de Tejidos de San Fernando.
En efecto, la Casa Real estimuló la creación de fábricas de vidrio, tapices y, como la instalada en Vicálvaro, tejidos, que servirán para ornamentar los múltiples edificios públicos que los Borbones promovieron ante el estímulo de la Europa ilustrada.
Castilla ha tenido desde siempre unas condiciones inmejorables para crear industria, sobre todo textil, gracias a su importante ganadería; pero, ¿qué hacía con la lana? Prefería exportarla e importar productos textiles manufacturados. Así, la escasa industria existente se reducía a unos pequeños talleres artesanos muy especializados que se denominaban gremios.
El Estado, en este siglo XVIII, tiene que proteger e impulsar la vida económica y crear modelos de manufacturas (fábricas) para no depender de los productos europeos. Esto se denominaba proteccionismo, cuyo lema era «vender mucho y comprar poco». De esta tarea se ocupará la nueva dinastía borbónica.
El esfuerzo del Gobierno por crear manufacturas no tendrá mucha fortuna y chocará con la mentalidad de los terratenientes y con el analfabetismo generalizado. Se necesita, además, un número elevado de operarios y la vigilancia de técnicos extranjeros, dada la falta de tecnología aquí existente y como modo más rápido de industrialización del país. Esto se puede comprobar en el archivo de la parroquia de Santa María de la Antigua (sección defunciones), siendo, fundamentalmente, de los Países Bajos su lugar de procedencia. En las Memorias políticas de Larruga se menciona a un maestro tejedor, Juan Duli, irlandés que vino a España en 1751 por orden del ministro de Estado de Fernando VI, Carvajal, y cuya misión fue enseñar a las niñas de Vicálvaro la destreza en el hilado.
¿Qué razón impulsó a la Corona a elegir Vicálvaro como sede de la Real Fábrica? En primer lugar, el sitio elegido fue San Fernando, llamado antes Torrejón de la Ribera. El 29 de junio de 1746 Felipe V anexiona a la Corona el territorio situado al lado del río Jarama para establecer una «Fábrica de Paños superfinos a cuenta de la Real Hacienda» y el día 30 de agosto toma Mendoza posesión en nombre del rey.
Allí empezaron a construir la fábrica y las casas, que ya antes de terminarse fueron habitadas por nacionales y extranjeros. Estos rápidamente enfermaron de calenturas y terciarias, debido al lugar malsano del paraje. La contaminación de las aguas del río Jarama fue la causa de estas enfermedades. Contaminación debida a que en sus orillas se sembraba cáñamo que luego se lavaba, pudría y curaba en el río, en el que también lavaban la lana. Este fue el motivo por el cual se mandó parar las obras y en 1751 se traslada la fábrica a Vicálvaro, donde se acondiciorió para ello el edificio que poseían los padres Trinitarios Descalzos de Jesús Nazareno de Madrid.
Al principio se trasladó parte de la manufactura para trabajar los meses de verano, pero la división de las tareas resultaba muy perjudicial (según Larruga), ya que los mismos géneros hacían cuatro O cinco viajes y podían correr el riesgo de que los robasen por el camino y los maestros no podían atender a las operaciones ejecutadas en los dos lugares.
Dos años después se comenzó a trasladar la totalidad de la fábrica. Se destinó un total de 450.000 reales para su asiento y se hizo un abono de 539.073 reales para material. Existía en 1754 en aquel lugar «una casa fábrica capaz para cien telares, aunque de inferior construcción (en comparación con la de San Fernando), con destino a trabajar en verano, una casa cuartel con ciento cuarenta (rujia), todo para el alojamiento de operarios, una casa arrendada para la fábrica de sombreros, con todas sus oficinas, y otra con las fraguas e instrumentos necesarios para la construcción de tijeras de tundir a la inglesa».
El paro será una gran preocupación social difícil de resolver y paliar a pesar de las instituciones de beneficiencia. La Iglesia y los particulares centraban su caridad en la sopa boba, pero esto agravará más la situación, posponiendo una solución efectiva: con comida gratis, no se quiere trabajar, máxime cuando no hay estímulos materiales.
Don José del Campillo, primer ministro del momento, vio la necesidad de resolver este problema creando hospicios de protección real cuya misión sería instruir y hacer productivos a los ociosos. «La mejor caridad» se escribía en este siglo, «es ayudar a los pobres teniéndoles trabajando». El motín de Esquilache, en tiempos de Carlos III, será la causa inmediata de la transformación del Real Sitio de San Fernando en hospicio, pues se pensó que la revuelta había sido provocada por el elevado número de vagos y mendigos que llenaban las calles de Madrid. Esto impulsó al conde de Aranda a transformar la fábrica de Vicálvaro en hospicio, que se ocupará el 1 de junio, siendo su primer director don Pablo de Olavide. A pesar de las buenas intenciones, el proyecto fracasó por resultar esta solución odiosa a los ojos de los necesitados, que estimaban más su libertad que los escasos beneficios que recibían.
Los esfuerzos del Gobierno por industrializar España y facilitar el cambio no resultaron suficientes; la prueba evidente la tenemos en el desarrollo de esta fábrica con una producción baja en calidad y a un coste no competitivo, cuya solución será volver a encajar en la estructura cerrada y anticuada de los gremios. «Su majestad arriendas las fábricas de Guadalajara a los gremios y pacta con éstos transferir cuanto hay en dicha casa de Vicálvaro a aquella ciudad».
La reacción de los vecinos de Vicálvaro ante la decisión real de trasladar la fábrica a Brihuega (Guadalajara) hacia 1761, no se hizo esperar. Según nos cuenta Larruga, «Manifestó el más vivo sentimiento, y suplicó a S. M. no se hiciese tal novedad: lo primero por el perjuicio que le resultaba de apartar la fábrica al mismo tiempo que empezaban sus vecinos de indemnizarse de los perjuicios recibidos. Lo segundo porque los naturales que estaban empleados en ella ya no podrían seguir otro destino que les franquease el sustento y el de sus familias; y con tal hecho habrían de quedar expuestos a una suma miseria; pues sus vecinos no era regular dexasen la patria y exponerse a unos nuevos gastos que no podían soportar. Y lo tercero y último porque para la remoción eran preciso muchos dispendios, así para la construcción de oficinas que precisamente se habían de fabricar en Brihuega, como en la conducción de tanto peltrecho de que se componía la fábrica; e inferia el pueblo que ni la Real Hacienda ni el público conseguirían ningún provecho, porque el transferirse de un lugar a otro no había de adelantar, la perfección de los texidos que en Vicálvaro se experimentaba, ni disminuir el coste de executarlas».
Estas manifestaciones de los vecinos de Vicálvaro no impidieron su definitivo traslado a Brihuega. Dicho traslado repercutió negativamente en la demografía, puesto que esta actividad atrajo a un número importante de emigrantes.