Historia de Vicálvaro | Capítulo VI, El siglo XIX
A finales del siglo XVII y durante el siglo XIX, coincidiendo con el impulso preindustrial, Madrid crece. En su expansión urbanística se encuentra al Oeste con obstáculos naturales que salvar (el río Manzanares y la Casa de Campo), que le obligan a cambiar la dirección de su crecimiento hacia el Este. Pronto se encuentra con terrenos de Vicálvaro. El pueblo, como se observa en el mapa, quedó en posición más central con respecto a sus nuevos límites.
Los cambios urbanísticos madrileños no afectaron al núcleo urbano de Vicálvaro, sino que a fines del siglo XIX contribuyeron a formar las barriadas en el término vicalvareño: Moratalaz, Pueblo Nuevo, Carmen, Ventas del Espíritu Santo... Al pueblo, con características rurales, se le va rodeando de barriadas urbanas que crecerán con mayor rapidez que el mismo núcleo de Vicálvaro.
Así, una de las facetas de la suburbialización que comenzó a finales del XIX es la ocupación de las vías pecuarias por edificaciones. Este fenómeno, que hizo explosión en la década de 1970, ya había comenzado en 1862. Las actividades periféricas de la Villa encontraron aquí un espacio gratuito, ante la inoperancia de la Sociedad de Ganaderos: lo urbano empezaba a infectar la estructura agraria. El famoso Cayuela, de Coslada, y otros edificaron en la Cañada Real, colocando la «primera piedra» de la «Ciudad Lineal»; en la vereda de La Elipa, junto al Abroñigal, surgieron cinco casas y un ventorro y en el cordel de Pavones, también junto al arroyo citado, otro ventorro.
Estos ventorros, que aún servirían para los trajineros que circulaban por estas vías, también se usaban para el ocio de fin de semana de los madrileños, que tenían su núcleo en los merenderos de las Ventas del Espíritu Santo («Ventas» a secas hoy día). También empezarían a servir de cobijo al lumpen que pulularía por el Abroñigal a principios del siglo siguiente.